El problema de la realidad es que muchas veces no queremos verla tal y como es. Es decir, nos cuesta encontrar la forma de explicar las cosas. Lo mejor para ello suele ser una pizca de humor (negro e inteligente si puede ser), con el que edulcorar las noticias malas.
Mucho hemos estado dando vueltas sobre
cómo explicar por qué ha pasado esta crisis financiera, y después opinar sobre las posibles alternativas. Hace pocos días
colgamos un vídeo en el que empleando el ejemplo del Coyote de el Correcaminos, veíamos lo que la solución que quería colocar el gobierno americano al Congreso de los Estados Unidos era poco más que un parche de consecuencias futuras malas. Hoy recuperamos este otro vídeo del humorista inglés George Parr (el título de su programa
The Last Laugh es fantástico), en el que se desgranan, punto por punto, todas las preguntas que el más pequeño de los inversores se ha ido realizando estos días.
Desde
cómo se crearon las hipotecas subprime, cómo es el círculo de
rumores que toman como noticias para realizar sus inversiones,
el porqué de los nombres tan complicados para vender el fondo, la inflación de
precios que llegaban a alcanzar esos bonos vacíos de contenido y de valor, y sobre todo, en lo que me parece que es la mejor definición que se ha realizado del famoso plan de salvamento, y que ya
comentamos en el blog salmón, que
ese dinero que se quiere inyectar al sector financiero es única y exclusivamente para recuperar las pérdidas que ellos mismos han provocado, sin importarles de verdad que el único y verdadero perjudicado es la persona que durante sus años de trabajo ha estado pagando religiosamente un fondo de pensiones con el que vivir cuando se jubile y que posiblemente esté vacío.
George Parr da una pátina de color en forma de humor a la crítica mordaz que realiza, pero ahí viene la pregunta: ¿llegarán a ver algo de dinero los inversores pequeños cuyos agentes les mostraron el señuelo para que picaran? Dura reflexión y un vídeo de obligado visionado, por lo que explica y se aprende con él.
Fuente: El Blog Salmón